En 1973 moría la gran actriz Anna Magnani y Roma se volcó en un último adiós. Las mujeres lloraban por las calles, lloraban por su Nannarella. Una de ellas dijo: “No lloro por la muerte de una actriz, lloro por la muerte de una de nosotros, una popolana, pero sobre todo una Mujer”. Esa fue Anna Magnani, temperamental y romana hasta la médula. Fue una de las grandes actrices que nos ha regalado el cine del Neorrealismo.
Guilietta Masina, una mujer enjuta, siempre será recordada por su personaje de Gelsomina en La Strada, magistralmente dirigida por su marido, el gran director Federico Fellini. Giulietta y Federico no se separaron nunca, hasta el punto que Giulietta sobrevivió apenas unos meses a la muerte de Federico. Fellini amaba a las mujeres grandes y curvilíneas que poblaban sus sueños y películas… pero Giulietta fue siempre su duendecillo y vivía los celos con ironía.
Érase una vez Miguel Ángel Buonarroti, un hombre solitario y huraño, un genio que dedicó su vida a la creación. Lo llamaban Il Divino, aunque no debió resultarle fácil ser humano y divino a la vez debido a su carácter cerrado e introvertido, y su un infatigable impulso creador.
El ciclo prevé tres narraciones que pueden realizarse de manera independiente: