Érase una vez un pequeño vagabundo en blanco y negro, conocido como Charlot, que nació con el cine hace más de siglo y medio pero que, como si de un milagro se tratase, a lo largo de los años ha conservado intacta la capacidad de emocionarnos con su bastón, su bombín y sus andares de pato perdiéndose al horizonte.
Su creador fue un actor inglés, desembarcado en la naciente Hollywood, cargado de ambiciones. Se llamaba Charlie Chaplin y tejió con arte inusitada la gramática básica del cine aún en sus balbuceos